jueves, 15 de marzo de 2012

La venganza del consumidor

Los derechos del consumidor tienen su día en el calendario: 15 de marzo. Como lo tienen los derechos humanos. Pero también como lo tienen los niños, las madres, los padres, el empleado público, entre muchas otras personas. ¿A quién deberíamos saludar en este día? No se sabe muy bien porque todos consumimos algo y, en teoría, todos tenemos el derecho del consumidor. Por lo menos, si lo pagamos. Aunque si no lo hacemos, muchas veces también lo tenemos.
Pero centrémonos en quiénes serían los agasajados en este día de los derechos del consumidor. Por ejemplo, si estamos en la cola esperando el bondi podríamos estar a los abrazos porque seríamos consumidores de transporte. Incluso saludaríamos al chofer, que estaría consumiendo el combustible del transporte. Después, al llegar al trabajo, otra vez a los besos con todos. Porque todos son consumidores de algo: desde las pastillas para la tos de la mañana hasta el agua mineral y la yerba para el mate. El lápiz HB o la tinta para la lapicera. La hamburguesa del almuerzo, el conito del postre, y así podemos hacer una lista interminable, realmente. Esto nos da la cuenta que los que se llevan los saludos por este día deben ser otros.
Pensemos en quienes son los que habitualmente se refieren a estos derechos, entonces. Y aquí encontramos muchas personas y situaciones. Siempre, relacionadas con la decepción, con el sentir que se recibe menos de lo que creemos que vale lo que pagamos, con estimar que nos están estafando o simplemente que nos cobran de más o no nos brindan un servicio o entregan un producto. En general, apelamos a los derechos del consumidor cuando nos la dan.
Y los responsables, en la mayoría de los casos, tienen la misma característica. El prestador de cable, que te cobra todos los días, incluso cuando está cortado. El de internet, que te vende la banda de varios megas y nunca jamás llega a lo que dice. La compañía eléctrica en verano, la de gas en invierno. La de telefonía celular todo el tiempo. Todos, sin una cara visible a quien reclamarle o darle un trompadón.
Pero también hay otros, con cara y bastante dura, mucho más chicos, a los que uno nunca denuncia no sabemos bien por qué, pero que te dejan un sabor más que amargo. Uno de esos es el mecánico, porque estás seguro que él sabe que vos no entendés un pomo y se aprovecha. El flaco del service de la concesionaria, que te dice que le hizo todo lo que dice el manual y vos sabés que no es así porque andaba bárbaro. El delivery, que te lleva el pedido cerrado en una bolsa con diez nudos para que no te des cuenta hasta que lo abras en la mesa de que faltan las papas fritas que pidió tu hijo de 6 años. El encargado del gimnasio, que te asegura que la promo de 12 meses pagos todos juntos es tu mejor opción, cuando sabe que esa barriga la tenés porque no podrías sostener más de dos semanas seguidas haciendo abdominales. El abogado recomendado por tu amigo, que siempre te dijo que no te preocupes por sus honorarios y un día te pasó una cuenta que no te dejó dormir por una semana. Y la lista sigue e incluye herreros, carpinteros, electricistas, arquitectos, publicistas, contadores, programadores, vecinos, amigos, etc. Incluso suegros, yernos y cuñados.
Lo que aparece como repetitivo es la sensación de haber sido estafados. Una especie de impotencia, resentimiento, rencor, sed de venganza, todo junto. Provocadora de pensamientos nefastos para con los que atropellan los derechos del consumidor, que incluyen sesiones de torturas rusas en paisajes alejados, contratación de verdugos para disminuir la angustia de la impotencia, planes de ataques siniestros y secretos, conspiración, extorsión y mucho más. Algo que podemos reconocer en nuestro interior, y que la mayoría difícilmente podamos hacer realidad, pero que debería ser representada como la verdadera institución de este día. En vez de llamarlo el Día de los Derechos del Consumidor, denominación que se aleja del verdadero espíritu y sensación común, podríamos referirnos al Día de la Venganza del Estafado, y darle una entidad que inspire a la gente a equilibrar esa sensación de desigualdad.


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