jueves, 14 de junio de 2012

En el fútbol como en la vida, se trata de ganar, ganar y ganar… plata.


Esta semana en la B Nacional hubo un cambio en los primeros puestos: River superó a Central, producto de una caída como visitante frente a Patronato. Un partido que había dado para hablar mucho antes, incluyendo la renuncia del Ministro de Seguridad, quien se había opuesto a que el partido se juegue en la cancha de Colón de Santa Fe.
Pero lo más llamativo no fue el triunfo del conjunto local que le cortó al canalla una gran racha invicta, sino las declaraciones de uno de sus jugadores, se trata del uruguayo Pereira, quien admitió que fueron incentivados por River y que seguramente la semana próxima, cuando enfrenten a los millonarios, serán los canallas quienes lo incentiven.
Dicen que de chico, el moreno confundía
a la pantera rosa con el increíble Hulk.
Unas declaraciones que fueron desmentidas por todo Patronato, presidente, jugadores y hasta por el propio Pereira, quien después habría declarado: “Dije River? Jeje, me confundí, quise decir Patronato. Pasa que como somos de la B ambos me confundo todo el tiempo. Jugamos incentivados por nuestro propio club”. Lamentable, aunque desmetirse en este país es una cuestión cotidiana y completamente aceptada.
Mientras la Justicia ahora citó al jugador, quien ya se desdijo de sus dichos, lo que se empieza a poner en duda es la ética de cobrar incentivos. Algunos aseguran que quien incentiva en el fútbol lo hace para que los incentivados no caigan en la tentación de ir a menos como contraprestación al seguro intento de soborno del equipo contrario. Pero, ¿cobrar por jugar mejor? Como hincha de un club que le paga a sus jugadores, ¿cómo te sentirías si tu propio jugador reconoce que el partidazo que acaban de ganar se llevó plata extra que los hizo jugar mejor?
Ahora reflexionemos, por ejemplo,  acerca de la diferencia entre un trapito que cobra 150 pesos para que cuidarte el auto en época de recitales y un jugador profesional de fútbol que, a pesar de tener un sueldo para el cual le pagan por sus objetivos, cobra un incentivo para ganarle a su rival. Al primero, le pagás para que no te reviente el coche. Al segundo, para que no se deje perder. El origen es básicamente el mismo, a ambos les das algo a cambio de que respeten la ley o lo convenido contractualmente, en el caso del jugador. A cambio de que respeten lo que es tácito que deberían respetar.
Es el mismo tipo de estafa que te hace un empleado de alguna dependencia para "agilizarte" los trámites, que es su obligación seguir y encauzar. O el apriete del que podés ser víctima cuando un abogado te dice que hay que volver a poner dinero para que no se pudra todo. Cuando ya pusiste, justamente, para que eso no suceda.
¿Qué pasa si todos empezamos a reclamar un dinero extra para además de hacer nuestro trabajo, hacerlo bien y correctamente?
Supongamos que sintonizás la mejor radio de la ciudad, digamos la 106.7. Da con una canción asquerosa que no es de su agrado, y al término suena un spot que reza lo siguiente: “Radio Trip informa que usted tiene la posibilidad de escuchar de una mejor música si abona una cuota de 50 pesos mensuales”. Seguramente te sentirás estafado.
"Dale estos100 al cocina, para que el
pato a la naranja me llegue caliente"
Si invitaras a tu pareja a un restaurante de esos que Capussotto bien conceptuó: “Uy, nos rompieron el or..”. Llega el garcón ... mozo, y le pedís un plato bastante prometedor: un pato a la naranja con puré de hierbas, por ejemplo. Claro, el pato llega quemado, las naranjas podridas y las hierbas son yuyos de la cancha de Sacachispas. “Ah, el señor además de querer un pato quería que estuviera rico? No se enteró de la nueva ley que hay que aclarar previamente que usted está dispuesto a pagar más para que, además, el plato sea rico?”, te podría decir el mozo. El incentivo es una droga social que se puede propagar mucho más rápido de lo que pensamos.
Imaginemos a un estudiante del secundario  llegando a su casa con un 1 en el último examen. Sus padres seguramente le reprocharán la nota y su actitud ante el estudio, pero más si este alumno decide responderles que él al examen lo hizo, que no sabía que querían que saque un 10, ya que no vió ninguna platita extra. Es esto, justamente, el tipo de mensaje que queda después de que estas noticias salen a la luz y nadie termina siendo responsable por sus actos.
Difícil es pensar a esta altura, que se lo podría sancionar a un club como River Plate con el castigo que determina el reglamento, que es ni más ni menos que varios años de desafiliación. Tan difícil como decirle al amigo que hace lo mismo, esté del lado del mostrador que esté, con un trámite, una gestión por más pequeña que fuera. En general, tenemos tendencia a decirle "qué hijo de p..." como tono de halago.
El incentivo es tan común en el fútbol como en la vida en general, pero transportado a situaciones de esta última suena realmente bastante menos ético. Muy distinto es el premio al logro, la propina que muestra satisfacción por lo recibido, el reconocimiento a una tarea bien realizada. Todas, acciones que hablan de reconocimiento, de valoración a la dedicación y el esfuerzo.

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