miércoles, 27 de junio de 2012

Esa anormal normalidad de disfrutar y sufrir del fútbol.



Hay quienes sostienen que el tiempo todo lo cura. Nosotros no compartimos dicha frase. Para nosotros, el tiempo no cura nada. El tiempo a lo sumo acostumbra. Quita la sorpresa o el impacto producido en primera instancia del fenómeno para volverlo normal, cotidiano, creíble.

"Son unos muertos, están muertos o
los vamos a matar a todos, lo que sea"
El fútbol no es creíble. No puede ser que el tiempo nos haya hecho creer que algo tan simple como ver a 22 hombres patear una pelota pueda producir tantas cosas dentro nuestro: alegrías, gritos, llantos, tristezas.
No puede ser considerado normal que por el simple hecho de sentirse parte de un club, uno se vea en una obligación moral de sentir que ataja cada disparo rival, que da cada pase para salir jugando por los laterales, que se anima a desplazarse por la línea, que da cada pared y va a buscar cada devolución, que da cada pase entre líneas y que espera como buen pescador en el lugar justo, para después definir cada pelota dentro de cada arco contrario. Así como no es normal la bronca, ni la impotencia, ni la tristeza, ni la vergüenza de sentirnos culpables porque nuestro equipo no sabe dar dos pases seguidos.

No es normal que entre semana estemos pensando el partido que se viene, calculando posibles resultados, imaginando dónde podríamos estar si éste le gana a aquél y los otros por fin dan el batacazo y le ganan a aquellos. Pero qué van a ganar, ésos. Si son unos muertos.
No es normal el odio (léase dentro del folclore del fútbol) al rival. No es normal que se nos escapen los insultos frente a uno de sus goles, por más que ese gol hasta nos convenga para la tabla del campeonato. Y encima hay rumores que el seleccionador nacional lo tendría entre sus planes para integrar el equipo nacional. Esa es la muerte del alma.

El día del partido no es normal. No puede ser que el tiempo nos haya hecho creer que cancelemos reuniones, posterguemos viajes, decidamos no asistir al bautismo de nuestro sobrino porque juega nuestro equipo. Porque jugamos, decimos. Y cuando llega el momento de ir a la cancha, de quedarnos afónicos protestando hasta un lateral de mitad de cancha, de putear hasta el hartazgo al 10 rival cuando se dirige hacia el córner para realizar el tiro de esquina. ¿Quién se cree que es éste para venir a nuestra cancha a tirarnos el córner en la cara?

Y si el partido es de visitante, cómo le gritamos a la tele! Cualquier ser humano racional se da cuenta que nadie nos va a cobrar un foul porque nos quejemos frente al televisor.
Podemos estar en una primavera romántica o recibiendo un aumento en el trabajo: no importa. El fútbol nos está ocupando la cabeza. Y eso no es normal.

"Pasión? Hamacar a Bety, pero al revés,
soy un distinto", dijo uno que no ve fútbol.
Pero hablemos de normalidades, mejor. Hablemos de esas personas que no se vuelven locas porque su equipo está en zona de promoción o luchando por un campeonato. Hablemos de las personas que no tienen a su lado un amigo que les explica que el 7 no juega porque el artículo 225 que pidieron por el 9 fue rechazado.
Hablemos de quienes no se separan la parte deportiva ni bien le traen el diario, de quienes no se pasan horas en la web en páginas web informándose hasta quiénes van a ser los árbitros y (obviamente) cuántos partidos ganaron con ese referí, cuántos perdieron, cuántos penales les cobró a favor y cuántos en contra. Si el número de penales a favor es menor al de los penales en contra, no hay dudas: este tipo es de los rivales.

Reflexionemos acerca de esos que no se prenden a cuanto programa futbolero diario haya, informándonos de cosas como que la mujer del 2 anduvo merodeando al 10 o que el técnico cambió al arquero porque trascendió que posee un porcentaje de su pase.
Deduzcamos qué les pasa por la cabeza a esos que no sólo no vieron los goles del fin de semana: además no les importa. 
"Soy fana full time de Patrick Swayze"
comentó Carlos, "lo heredé de Papá,
nunca le gustó el fútbol".
Preguntémonos, ahora sí, con qué se entretienen? Cómo se relacionan con sus pares? sus amigos? tienen amigos? de qué forma se desahogan si no gritan los goles? a quién le echan la culpa si no es a un árbitro? de qué forma hablan de conspiraciones y mafias si no relacionan todo con Grondona? 
Esta nota debería haber hablado del Arsenal Campeón, del River que volvió a primera y de la chance que tiene Central de compartir la misma suerte. No pudimos hacer oídos sordos a toda esa clase social que no le interesa, y eso, eso, es realmente preocupantemente anormal.

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