jueves, 21 de junio de 2012

Trip Tour: bingling y los budas


En 1999, China no tenía nada que ver con lo que se ve ahora, o si. Si tenemos en cuenta que la mayoría de la gente no viaja a China y la conoce por las fantásticas imágenes que aparecen en televisión, podemos decir que ya es otro país. Pero al salir del circuito o cambiar el ángulo de la filmación encontramos la misma China de nuestro conocido Mao. Esa es la China más intensa, la de los viajes que me gustan.
¿Me guardás el lugar que voy
hasta el baño y vuelvo?
Estando en Shangai en búsqueda de la montaña sagrada, de Bingling, partí con mi guía bajo el brazo a la estación central de trenes. Creo que en mi vida vi tanta gente junta, ni en India, bueno, en realidad no, digamos como en India. En China, los hoteles, restaurantes, teatros, trasportes, parques, tienen dos precios, los de los turistas y lo de los ciudadanos. Yo, en aras de ahorro, entendí que para mí iba ser muy fácil sacarme el ticket a mi montaña sin el intermediario del estado y pagar la tarifa de ciudadano. Error.

Una vez en la estación, me topé con el primer problema, dónde saco el ticket. Por suerte, tenía escrito en mandarín, creo, un texto que me habían preparado en el hostel con la frase ¨un boleto a Lanzhou¨ - a dios gracias, quien lo hizo no me tomó para el churrete, sino todavía seguiría perdido por ahí. Así que, con la ayuda de algún parroquiano llegué finalmente a la boletería indicada y mostrando mi papelito, conseguí el ticket. 
El ticket lo explica claramente
Eran tiempos en que la globalización aún no había estallado en China, por lo tanto la cartelería era muy clara para alguien que, sin duda, no era yo: ni un numero ni una letra me resultaba familiar, nada. Todo estaba en mandarín. Todo se seguía complicando, ya que encontrar el andén y el vagón que me correspondía fue eterno, paseando por todos los andenes con mi papelito y el ticket, siguiendo indicaciones verbales, también incomprensibles, fui logrando mi objetivo. Subir al tren. 
Pasaron las horas y en cada parada me tenía que preocupar de no pasarme del encantador pueblito al que quería ir. A la quinta o sexta vez que paramos y yo mostraba el boleto en el que decía mi destino, los compañeros de viaje ya se reían y me decían que no, antes de que les muestre de nuevo mi machete. 

Recorridos en pasarelas laxas y
oscilantes, ideales para castigos
Cuando ya estaba en Lanzhou, no fue difícil encontrar la montaña. Algunas flechas y lo chiquito del pueblo me llevaron directo a mi objetivo. Esa es una de las montaña sagradas de China, en sus paredes hay tallados mas de 7887 budas de todos los tamaños, parados, sentados, acostados, pintados, teñidos de rojo, gastados por el tiempo, algunos casi nuevos, gordos, flacos , un verdadero muestrario de las posibilidades creativas del hombre para con Buda. Los más grandes van desde los 20 mts. y los mas chiquitos aproximadamente 5 cm. En partes la montaña esta tallada de tal manera que se formaron cuevas con distintos espacios interiores que permite ingresar y ver muy de cerca los distintos tallados.
El sistema para recorrer la Montaña era por medio de escaleras y pasarelas de madera agarradas a la piedra. Por momentos, estas estructuras se movían demasiado para mi gusto, sobretodo las más altas, que rondaban los 30 metros.

Agilidad y destreza en China:  Ramón
trepa y esquiva plato de chop suey
La vuelta no fue nada fácil, porque sumado a las mismas experiencias de la ida, yo iba a otra ciudad y no tenía papelito con machete, por lo tanto tratar de pronunciar la palabra Datong en mandarín me costó más o menos media hora. Para terminar esta trabadísima jornada, mi tren venía lleno desde Xian, por lo tanto cuando paró en la estación no había lugar para subir.
Por suerte, algún chino amigo me vio con cara de desesperado y me ayudó a subir por una ventana al vagón comedor donde, parado por unas horas y sentado otras cuantas, llegué a la madrugada a mi destino.

Al arribar a Datong, me senté en una escalera por un buen rato para recuperar un poco de energía. Me tomé una espectacular sopa de fideos recién hechos y salí a la nueva aventura, la de enocntrar un lugar donde dormir en una ciudad en que, por lo menos en ese momento, no había nadie que hablara inglés. Me resultó curioso que la gente se seguía sorprendiendo al encontrar una persona como yo que tenía los ojos tan pero tan raros. Claro, eran redondos.

Ramón Herrera

1 comentario:

  1. jajaja.. muy buena experiencia! Gracias por compartirla!!!!

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