jueves, 13 de diciembre de 2012
Trip Tour: amigos de viaje
(nota en proceso)
Durante mis años de viaje coseché muchos amigos, tal vez cientos, hoy lamentablemente sigo solamente en contacto con solo uno. Mi etapa de viajero fue hce alrededor de diez años, el 90% de los mismos los hice solo, por lo cual a la fuerza o no, siempre conocía a otra persona con quien compartía desde una mera excursión a varios días de convivencia. Estos encuentros podían pasar en Europa o Perú, en Salta o en Vietnam, en cualquier lado, los amigos podían ser argentinos, peruanos o chinos.
Uno de los primeros amigos que hice en mis viajes y con quien sigo en contacto permanente, lo conocí en París. Resulta que caminando hacia un albergue muy conocido escuché a un cordobés hablando en inglés con otro caballero, lo cual llamó poderosamente mi atención, ya que era al menos simpático, muy simpático diría, era una mezcla de Shakespeare y El Negro Alvarez. Con la oreja parada y unos pasos atrás, logré entender que se dirigían al mismo destino que yo, y comentaban que en el mismo ya no había casi camas. Por lo tanto y preso de la preocupación ya que era mi primer viaje solo y era la tarde casi noche, aceleré mi marcha y traté de sobrepasar a mis rivales. El cordobés me confesó años más tarde que él se dio cuenta de mi celeridad y que por eso ellos también apresuraron su marcha para que no me quede con uno de los pocos preciados lugares en el Albergue. El destino quiso que nos ubiquen a los tres en la misma habitación y que con Tomas (el cordobés) seamos amigos hasta la fecha. Fue la misma persona que me encontré de casualidad en la India ocho años más tarde. Anécdota ya contada en estas crónicas.
En otra oportunidad en Perú, en pleno auge de Sendero Luminoso, me hice amigo de Sean, un profe de educación física fanático del fútbol y que hablaba a la perfección español. Con él nos fuimos tres días a Machu Pichu y luego coincidimos por varios más en la encantadora Cuzco. Los días de turista estaban difíciles en esa época en el país Inca, y más aún para un gringo como mi amigo, por lo tanto al ver el maltrato que recibía y el peligro que corría, en un ataque de generosidad extrema, le presté mi DNI por unos días ya que yo contaba con mi pasaporte y como nos veíamos a la noche para comer y compartir las vivencias de la jornada nadie notaría que era dos veces yo. El amigo se movió como pez en el agua siendo argentino por una semana. Hoy la verdad que no le prestaría mi DNI a nadie.
En Vietnam, me hice amigo de varias personas pero entre ellas de un Ingeniero alemán. Compartimos varios albergues en diferentes ciudades, y a la mañana nos reuníamos en el desayunador para hacer alguna excursión juntos. El tema era que la ingeniería mega estructurada diaria del amigo, se caía a pedazos conmigo en cada mañana cuando desde temprano yo llegaba a desayunar más tarde de la hora que habíamos quedado, cuando cambiaba los planes del día para ir a jugar al fútbol a la playa, cuando me paraba a comer frititos o un plato de fideos a las 4 de la tarde, o aquella vez que olvidé en mi habitación los ticket para un cruce en barco y lo perdimos para el otro día. Resumen, el tipo una mañana me esperó, me preguntó para que ciudad seguía porque él quería ir a otra en la que no estuviera yo.
Otra vivencia más amistosa fue en Bangkok donde Isabel, una española de lo más agradable que me introdujo a un mundo de españoles residentes. lo cual me llevó a conocer diferentes tugurios y cuchitriles en las entrañas de la fascinante Bangkok. Bares de los más extraños perdidos en algún barrio periférico donde la única música era la de Bob Marley y Santana, donde vendían solo cerveza y otras cosas que no se comen ni se toman, sabíamos a qué hora llegábamos pero no a qué hora volveríamos ni como. O cuando me llevaban a los pubs de la zona top de Bangkok que nos trasladaban mentalmente a cualquier ciudad de Irlanda o Nueva York por un rato.
Otra vez, en un colectivo en México, me tocó a mi lado un niño de más o menos 12 a 15 años, mi viaje era desde el Distrito Federal hasta Veracruz. Un viaje de cuatro horas que tardó seis y que sirvió para que mi nuevo amigo me indagara de cada lugar de mi itinerario por su país y de mis visitas por otras tierras. El niño cuando estábamos llegando comenzó con la idea de que esa noche me vaya a comer a su casa, que los padres lo iban a buscar y que no habría inconveniente de que cene con todos ellos. Yo la verdad que por la diferencia de edad y por mi condición de mochilero con pocos recursos creí oportuno negarme para no quedar mal parado, ya que el aspecto de muerto de hambre lo tenía sin lugar a dudas. Le expliqué al muchacho que tenía que irme derecho al albergue porque era lejos de la estación y que en otra oportunidad iría ya que seguro en la familia de él no habían preparado comida de más para mí y que yo comía mucho. No le gustó la respuesta, me baje del micro y cuando buscaba como ir al centro, se me acercó el padre de mi amigo diciéndome que el me llevaría a mi albergue después de comer y que por la comida no me preocupe porque el era vendedor de panchos y tacos. Así que me llevaron a su casa, que en la puerta tenía un carrito ambulante con sillitas de plástico en donde comí unos cuantos panchos envueltos en panceta y otros tantos tacos de los más ricos sabores.
Las amistades en los viajes son realmente efímeras pero intensas, uno siente que con la persona que esta en esos momentos o días compartiendo algo es su aliado incondicional y que puede confiar en un todo, como si lo conociera desde hace años, desde prestarle en documento por una semana a dejarse llevar a los más oscuros rincones de Bangkok.
Ramón Herrera
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