jueves, 2 de agosto de 2012

Trip Tour: Chandigarh no es India.


A la gran mayoría de los turistas que recorren India se les escucha decir que ¨Delhi no es India ¨. Lo que yo creo es que, si hay una ciudad de ese país que parece de otro, esa es Chandigarh. 
En agosto de 1947 India se declaraba independiente de Inglaterra. Tres años después se comenzaba a gestar la idea de crear una ciudad progresista y modelo que introdujera al país en el contexto mundial. Para eso llamaron a Le Corbusier, para que la diseñara con una concepción totalmente moderna.
Chofer, siga a ese auto!
Al llegar a la estación de trenes y ver el mapa de la ciudad, me dí cuenta de la gran diferencia con el resto de las ciudades de la India. Las manzanas ortogonales, se dibujaban en el plano como en cualquier plano de ciudad occidental, en el resto del país son laberínticas. Claro, estas eran supermanzanas de mil doscientos cincuenta metros por setecientos cincuenta. Inmensas. Como eran mis primeros días en India y no contaba con un vehículo mecánico, tampoco quedaban taxis ni rickshaws, tuve que optar con bastantes dudas y conflictos interiores porque me lleven en una de esas bicicletas con un carrito atrás que se ven en las películas, es decir a tracción humana. La situación no me cerraba en ese momento, ni me cierra ahora, la cuestión fue que a los diez minutos de andar me sentí con tanta culpa por el caballero que hacía es esfuerzo de llevarme, y que estaba prácticamente deshidratándose bajo los no menos de treinta grados del medio día, que le dije que pare ahí mismo. Le pagué por el viaje completo y le regalé mis dos botellas de agua mineral. Por suerte, atrás de este  pasó una moto que "gentilmente" por unos pocos pesos más me llevo a donde yo dormiría esa noche,  sin aquella sensación espantosa de culpa.
Le Corbusier pensaría: me quedó justa
para poner una empresa de bondis! 
Extrañamente y diferente a lo pensado, ya que esta es la ciudad más cara de India, fue donde menos pagué por una habitación. Aunque en realidad no era una habitación sino un pabellón para más o menos unas veinte personas: a 0,80 centavos de dólar no requería ningún tipo de análisis. Aclaro, no era un gran hotel, de hecho no era ni siquiera un hotel. El lugar es un edificio de mediados de los cincuenta que se usaba como lugar de descanso para la gente de pocos recursos que debía combinar trenes y pasar una noche en Chandigarh. No eran camas sino catreras y el cincuenta por ciento de las ventanas no tenían vidrios. De los baños, mejor no hablar. De cualquier manera, seguía siendo muy barato y el edificio en si estaba buenísimo.
Máximo aprovechamiento del
espacio público en Chandigarh.
A la mañana siguiente no sabía por donde empezar. Quería ver todo en Chandigarh, así que empecé a caminar. Eso fue un error. En las primeras horas no hubo problema pero después, con el calor y descubriendo las verdaderas distancias que hay de un lugar a otro, pude confirmar que Le Corbusier, definitivamente, no había diseñado una ciudad para peatones. Y desde mi humilde opinión, ni siquiera lo había hecho para India. Es muy poca gente la que puede tener acceso a un vehículo, incluso no todos llegan a una bicicleta. A partir de esto, entendí por qué la ciudad se ve a cualquier hora del día desierta, apagada, sin ese sabor a caos y a sorpresa, que a uno lo empapa en cada lugar del resto del país. La sensación de estar en India acá no existe, lo que hace a este país diferente de cualquier otro, no se percibe en Chandigarh.
La ciudad se percibe ordenada todo el tiempo, las novecientas mil personas que viven allí (muy poca gente para una ciudad en India) no se ven circulando. Tampoco se ven las vacas o los sadus andando por la vida. Después de desistir de la idea de caminar, salí en moto para la zona del capitolio, zona donde están los principales edificios.
El palacio de las Asambleas, lookeado
para postales.
Los tres más importantes se encuentran separados por alambrados y controles militares. Se hace muy difícil tomar fotos e ingresar ya que la situación con Pakistán no es la mejor y uno de estos edificios es El Secretariado, donde se resuelven todos los asuntos relacionados con el conflicto. El edificio de doscientos cuarenta metros de largo, recubierto de parasoles horizontales y verticales, se alza en uno de los extremos del grupo como un gran paredón en el conjunto. Desde este, la vista hacia el mismo es algo fantástico. Me costaba creer que estaba allí. Todo parecía irreal, un verdadero sueño. Las rampas, los parasoles, el Palacio de Asambleas, el Palacio de Justicia, tenía frente a mí todo lo que había visto cientos de veces en libros y revistas. No paraba de sacar fotos ni de sorprenderme.
Le Corbusier habría olvidado
los estacionamientos para bicis.
El diseño era la constante, en las puertas, las ventanas, las circulaciones, entrar al Palacio de Justicia y recorrer las rampas que se esconden entre esas tres grandes columnas pintadas de colores, tomar un té mirando la mano abierta, o sentarme a descansar en la galería del Palacio de Asambleas y descubrir los signos incrustados en los encofrados de hormigón. Cada paso era confirmar la poesía, la belleza, la armonía, la pasión del arquitecto. La relación con su ¨divina proporción¨ se veía en todos y cada uno de los rincones.
Los dos días siguientes se fueron como el agua en las manos, demasiado rápido. Los museos, las viviendas, la universidad, toda la ciudad estaba cortada por la misma tijera, mejor decir, dibujada por la misma mano. Pensada por el mismo arquitecto.
El imponente Palacio de Justicia,
todavía mide 240 metros de largo.
Fueron tres jornadas en donde aprendí a ver hasta donde puede llegar la potencia de una personas que creía en sus ideas, alguien que planifico íntegramente una ciudad, alguien que podía con las utopías, que cambio la arquitectura y que nunca se le escapó la sensibilidad.

¨...El sol se levanta. Cae el rocío. El rocío se evapora en minúsculas nubes redondas. Las nubes se aglomeran, se cargan de diversos potenciales de choque: relámpagos, truenos, lluvia. Fin de un buen día. El sol se pone en un cielo limpio...¨ Le Corbusier 1910 – 1965.

Ramón Herrera.

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