jueves, 9 de agosto de 2012

Trip Tour: contrabandistas amigos en Vietnam!


Ingresar a un país de noche en el techo de un colectivo lleno de traficantes de cigarrillos generó en mí más nervios que Argentina contra Alemania en el mundial '86. Pero debo reconocer tanto mi llegada a Vietnam como mi salida no fueron del todo prolijas.
Salí de Savannakhet, Laos, a la noche con rumbo a la frontera con Vietnam y destino a Hue. Decidí ir de noche porque el calor y la humedad hacían estragos. Tenía que moverme de madrugada o entrada la tarde para no quedar empapado, se transpira y transpira todo el tiempo, a cada paso, en cada movimiento. Es sentir que la sombra no funciona como reparo, que el calor fluye de todos lados, paredes empapadas, que el aire no corre, y cuando lo hace es húmedo y caliente. 
Ramón y amigos en ruta vietnamita.
La clandestinidad fortalece los lazos.
Así emprendí mi viaje. Al principio todo marchaba muy bien, me acomodé en el techo de un colectivo, rodeado de bolsos y sacos de cereal que, en realidad y de esto esto estoy casi seguro, eran de arroz. Varios lugareños como yo prefirieron viajar a la intemperie en una descomunal noche estrellada antes que en el agobiante interior del bus que, sumado a la falta total de espacio ya que iba más que completo, los asientos de madera que remplazaban a los originales no tenían nada que hacer comparados con la cómoda montaña de bolsos mullidos que oficiaban de sillón cinco estrellas en el techo de nuestro trasporte con vista al cielo. Casi una experiencia psicodélica. 
Pasaron las horas y todo marchaba muy pero muy bien. Antes de llegar a la frontera, paramos en un pueblito Dansavan y nos hicieron bajar a todos. Cada uno salió por su lado y yo tuve que indagar por qué parábamos acá, por qué nos bajaban, dónde corno estábamos y cómo me iba para Hue. Aclaro que todas estas preguntas tan básicas se complican un poco cuando nadie, a cien kilómetros a la redonda y a las dos de la mañana, habla inglés ni español. Por suerte, había buena honda y, aunque las primeras tres primeras preguntas nunca tuvieron respuesta, la última sí la tuvo. Mostrando mi guía de viajero y pagando lo acordado me subieron, esta vez, al interior de otro colectivo que iría a Hue. Al principio estaba sentado solo y a medida que subía el resto de los pasajeros iba notando algo en todos ellos. La noche y la falta de luz hacían difícil mi diagnóstico pero no se veía todo normal. Recién cuando  una sonriente señora se acercó a mi lado me di cuenta qué era lo que pasaba. Resulta que cada uno de los que viajaba en el colectivo conmigo se escondía en el cuerpo cartones de cigarrillos. Por ejemplo, cuatro en cada brazo, dos en el antebrazo y dos entre el codo y el hombro. Lo mismo hacían en las piernas más todos los que podían meterse en el tronco. Resumiendo y para ilustrar la situación, por lo rígido y la cantidad de las cajas que llevaban, hacían que esta gente tuvieran sus extremidades rectas y los más toscos movimiento,s cada uno de ellos me recordaba mucho a Robocop.
En vietnamita: El personal policial tiene
prohibido revisar su ropa, capice?
Al principio me alarmé un poco pero después, con el correr de los kilómetros, fui percibiendo que los amigos traficantes estaban sumamente relajados, tomando algún té, durmiendo o charlando. De vez en cuando me miraban y se reían, pero nada malo. Mi análisis me dijo que sería una suerte de tour de venta de cigarrillos y que para cruzar la frontera la condición sería que pasen todo lo que puedan cargar. 
Y así fue. Paramos en la entrada a Vietnam y cada uno de mis compañeros robots pasó sin ningún problema para el lado vietnamita, ni documentos, ni control, ni nada. Una fila y al otro lado. Por supuesto y para justificar el trabajo de la gente de migraciones y aduana de la frontera, a mi me revisaron la mochila y me hicieron esperar un ratito mientras investigaban mi pasaporte argentino que, por aquellas épocas, era escrito a mano y no generaba mucha seguridad de su autenticidad. 
Oficiales posan para la foto,
los cartones estarían vacíos.
Al rato y como siempre en la mayoría de los países de Asia, una vez que descubrieron mi nacionalidad nos pusimos amablemente a nombrar jugadores de fútbol argentino. Maradona y Batistuta en esos tiempos tenían el top ten, Messi todavía no figuraba. Los vietnamitas son verdaderos fanáticos del fútbol, así que con los simpáticos uniformados repasamos varios nombres hasta que me sellaron el pasaporte y salí a buscar otro colectivo que me llevaría a Hue. A media mañana llegué en la ciudad, conseguí un albergue y dormí hasta la tardecita con la satisfacción de haber pasado un viaje sumamente entretenido.

Ramón Herrera

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