Seguramente, sin tener suficiente conciencia sobre el verdadero significado del alcance del contenido de sus dichos, este tipo debe haber confundido la intención de controlar la oleada de publicaciones del exterior que afectan a la industria local con definir qué te podés llevar al baño para amenizar tus momentos íntimos. Y que no. Pero sostiene que esto de ninguna manera significa censurar la libertad, solo es hacer uso de la soberanía nacional y cuidar los puestos de trabajo de la industria editorial.
En lo único que podemos decir que somos realmente libres es la forma de pensar. Justamente, el pensamiento es parte de todo lo que aprendemos en la vida, principalmente, a través de la experiencia propia y de experiencias y pensamientos de los demás. La elección sobre qué leer es algo totalmente individual, de elección libre y personal. Sería más que lamentable que eso cambie, lo que podría suceder si para acceder a algún texto no publicado en el país, tengas que pagar sumas exorbitantes en derechos aduaneros. Digamos, sería libertad de pensamiento solo para el sector más pudiente y el resto que lea lo que el gobierno decida. Penoso.
Tarde o temprano, a las limitaciones editoriales gráficas se sumarían las ediciones de música en cualquiera de los formatos (volveríamos a escuchar solo música nacional como en una época militar) y el cine, para el caso ambos son parte trascendental de la cultura y también tienen sus industrias afectadas de alguna forma. En Argentina se escucha mucha música extranjera y la mayoría de las pelis que vemos son de afuera. Afortunadamente, el cine argentino es bastante bueno, pero terminaríamos cansándonos de tanto Darín y Bertuccelli. Lo que posiblemente daría lugar a que algunos artistas tomen nuevos desafíos. Por ejemplo, nos podemos imaginar a una Catherine Fullop haciendo de Julieta en la version nacional de Shakespeare enamorado, o Larry de Clay en el papel de Hanibal Lecter en el Silencio de los inocentes.
Las declaraciones de Coscia son lamentables desde todo punto de vista, principalmente porque él, como secretario de Cultura de la Nación, es quien debe velar por la libertad cultural de los argentinos, por crear las mejores condiciones posibles para que todos nos desarrollemos culturalmente, sin limitaciones, sin condicionamientos, para que el nivel cultural medio sea lo más alto posible. Por si lo olvida, el pensamiento nacional es producto de la fusión de las culturas de todos los pueblos inmigrantes que llegaron a este país. No de un acuerdo de tráfico cultural con un gobierno de turno.
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