jueves, 10 de mayo de 2012

Trip Tour: llegar de noche a una capital es inolvidable (... mente aterrador)

Egipto es uno de los países mas sorprendentes que visité. Me costo mucho al principio, pero según pasaban los días me atraía, me seducía, sacaba de mí toda mi energía, me hipnotizaba con sus costumbres y por supuesto con su historia.
En el aeropuerto de Madrid antes de salir había leído que terroristas habían secuestrado a tres alemanes y baleado un tren cerca de Assuán y que, coincidentemente, habían matado a una turista argentina.
Llegué al aeropuerto de El Cairo a las dos de la mañana, con mi pesada mochila, cansancio y la verdad que un poco de miedo. Tenía veinte recién cumplidos. Después de los trámites básicos de aduana, diría mínimos, solo sellaron el pasaporte, no me revisaron ni miraron nada, solo me preguntaron por Maradona cuando vieron que era argentino. De las pocas personas que había yo solo veía algunas caras con miradas profundas, oscuras y quebradas por el sol que apenas se escapaban entre los pliegues de los pañuelos cuadriculados rojo y blancos o negros y blancos. La gente del vuelo con la que había hablado estaba toda en algún tour, yo no sabia dónde iba a dormir esa noche.
Rolando Rivas and egypcian friend.
Después de un rato, al ver que el aeropuerto estaba prácticamente vacío y que no había muy buen ambiente para pasar la noche, hablé a un hotel que más tarde me mando un taxi a buscarme. El viaje al centro del Cairo fue uno de los mas tensos que tuve. El taxista no hablaba mucho inglés y pretendía que yo entienda árabe con el solo hecho de hablarme prácticamente a los gritos, a todo esto hacia ya mas de una hora que había salido del aeropuerto y no tenia ni la más remota idea de a dónde me estaba llevando ese personaje, que me repetía palabras, gesticulaba, se reía. En un momento hasta me empezó a mostrarme los muchos e indescifrables tatuajes que tenia en los brazos. Todo esto yendo muy rápido y por supuesto pasando todos los semáforos en rojo.
El Cairo de noche, che.
Las mezquitas iluminadas que miraba de reojo pasaban muy rápido. En la calle no se veía a nadie. De tanto en tanto, pasaba carteles en árabe que no me daban ninguna referencia de dónde estaba ni hacia dónde iba. Desde una especie de circunvalación bajamos a cortadas oscuras y desordenadas que se mostraban a la vuelta de cada esquina aportando más datos a mi confusión, acá soy boleta, pensaba. En una de éstas por fin llegamos al hotel en el que me esperaban. Cuando bajé del auto no se qué se habrán dicho el chofer y el recepcionista porque no paraban de reírse, hoy estoy seguro que era por la cara de miedo que tenia.
Una vez en la habitación, me fui a bañar para relajarme un poco. Me metí en la ducha, recuerdo que me enjabone bien la cabeza y como por arte de magia se corto el agua. No lo podía creer, me saqué el jabón como pude y ya sin fuerzas me tiré en la cama con los pelos duros. Tenía de todo menos sueño. Pensé en leer pero no, así que prendí el televisor para distraerme y, para mi sorpresa, en todos los canales se veía una placa escrita en árabe y se escuchaba una voz lineal, profunda, penetrante, con mínimas oscilaciones y muy pocas pausas, que sumó a mi estado un poco más de nerviosismo. Apagué el televisor, prendí la radio y lo mismo, ahí me di cuenta que lo que estaba escuchando era el Corán, ya que se lo seguía escuchando por los innumerables parlantes que hay en los miles de minaretes del Cairo. El sonido entraba a la habitación y hacia ya definitivamente imposible que me durmiera.
El Nilo.
Al mediodía las cosas se empezaron a acomodar, me cambié del hotel tres estrellas a un albergue para estudiantes egipcios con desayuno y habitaciones para seis u ocho personas, baño compartido y agua caliente de tres a cuatro de la tarde. Quedaba medio lejos del centro, pero daba al Nilo, y eso hacía muy fácil mi ubicación dentro de la ciudad.
Una vez instalado, empecé el recorrido por el Cairo, laberíntico, inquietante, ruidoso, caótico. La insistencia de los vendedores fue lo primero a lo que me tuve que adaptar hasta salir de las áreas turísticas. Después, todo cambió. De a poco la gente ya no se ocupaba de mí. Caminé hacia ningún lado, me perdí, seguí a la esquina que más me atraía, me internaba en pequeños pasajes que me llevaban a ningún lado, mercados callejeros infectados de gente, gritos y olores pasaban junto con las horas. Las calles se transformaban en pasajes de un metro que morían en patios internos tomados por los más chicos, de ahí a algún baldío con intenciones de plaza, y de ahí a las más fascinantes mezquitas.
Mezquitas en medio de la ciudad
Más tarde, ya acostumbrado al tránsito desprolijo y ruidoso (desde camellos a camiones), decidí regresar. Había caminado ya demasiado y tenia mucho hambre. De camino compré pan y un poco de queso, llegué al Nilo de nuevo y despacito volví mirando la otra costa ya iluminada, lista para recibir la noche. Los minaretes salpicados con bombitas de colores se mezclaban con las primeras estrellas. Ya no había vendedores, la ciudad, como cualquier otra a esta hora, se estaba tranquilizando, hacia frío.
En el albergue y con una taza de té, mirando el Nilo, me di cuenta que no me iba a ser fácil dejar Egipto, me sentía contento de estar ahí, de lo que había vivido en solo un día y todavía sin saber lo que vendría después. Me esperaban los museos, los templos, las pirámides, las tumbas, las folucas por el Nilo, las comidas picantes, los paseos en camello por el desierto, las casas de té, los partidos de baggamonn en la calle con los vecinos, nadar en el Nilo, el canal de Suez, las noches más estrelladas de las que me podía imaginar, los viajes en tren, los atardeceres en el desierto, los obeliscos, Tutancamon, Ramses II. Todo, y más de lo que me acuerdo ahora para contar, estaba ahí listo para que yo a la mañana siguiente lo empiece a descubrir.

Ramón Herrera

Una canción ideal para entender  la sensación de miedo que se siente mientras viajas en taxi al llegar a El Cairo a las 2 de la mañana,  puede ser Kids, de MGMT. Hay que ver el buenísimo video que está más abajo.

1 comentario:

  1. Nunca un Carlos Paz o un Río Hondo, igual está muy bueno...

    ResponderEliminar