jueves, 3 de mayo de 2012

Trip Tour: los dueños del amanecer.

En el sagrado río Ganges la vida pasa y pasa. Es en Varanasi donde para un poco, toma fuerzas y sigue bañando las costas Indias. Luego, se reparte y muere en el Océano Índico.

Amanecer en el Ganges.
Varanasi es una de las ciudades sagradas de India, adonde llegan peregrinos de todo el país, algunos a tomar simplemente un baño para mejorar su presente, otros a esperar la muerte para que su cuerpo o cenizas sean arrojadas al Ganges y facilitar su futuro.
La costa es vigilada por grandes edificios de más de dos mil años, de los que se desprenden escalinatas que caen como cascadas por pequeños pasillos entre los muros viejos, marrones, esos que hicieron la historia de la ciudad. Llegan al río o se transforman en rampas o plataformas. Todo tiene una función y en todos lados hay gente, como en toda India.

Inicio de las plegarias
En mi primer día vi uno de los amaneceres que más me gustaron de mi vida, estaba en uno esos edificios a las cinco de la mañana viendo llegar a los boteros, escuchaba el golpe de la ropa recién lavada ser azotada contra las piedras para sacarle toda el agua posible, antes de ser estirada sobre las rampas, para recibir el sol. La neblina matinal todavía no se había ido y en la orilla ya estaban los primeros religiosos a punto de entrar o ya sumergidos en las aguas emitiendo sus plegarias. Atrás, el río sagrado. Atrás, la costa arenosa en donde todavía se veían los restos de algún fuego cerca de una tienda. Y más atrás, el Sol. Que se contenía, que tardaba en salir, que no quería que la noche y la oscuridad se vayan, que no quería descubrir la pobreza y la suciedad, que no quería despertar al que le costo tanto dormir sobre unos diarios tapado por un saco viejo. De fondo se escuchaba la música de algún templo. Los amaneceres en Varanasi son muy especiales.

Salí a caminar por la costa y sin quererlo, después de ver a la gente bañándose entre las vacas y los botes, purificando su seres, limpiando enfermedades y orando a sus dioses, me encontré en el crematorio. Las pircas en la costa funcionan las veinticuatro horas y están a la vista de todos, tres o cuatro cuerpos están siendo quemados a la vez y luego las cenizas son arrojadas al río. Solo en cinco casos diferentes los cuerpos son arrojados si quemar, se los ata a una roca y al agua. La soga se deshace al tiempo de estar sumergida, las conclusiones son obvias (tenía pensado antes del paseo bañarme al medio día, cosa que nunca llegué a hacer).

Descanso obligado, para todos.
Ese momento de tranquilidad y armonía que me emocionaba por la madrugada se fue perdiendo a medida que el sol crecía y me internaba en las laberínticas y estrechas calles de la ciudad. La temperatura alcanzaba los treinta y cinco grados y los olores se hacían cada vez más fuertes, las vacas buscaban la poca sombra que había y los lugares frescos no sobraban. Los cortes de luz son muchos por día y la idea de aire acondicionado no existe, sentarse en un barcito con sombra y con ventilador para cuando haya luz, es lo indicado para pasar las horas de calor.

Encontrar la espiritualidad en Benares, antiguo nombre de la ciudad, es la atracción para muchos turistas. Esa tarde me encontré con dos españoles que volvían de un templo muy enojados. Los habían llevado para enseñarles a meditar (previo pago de veinte dólares cada uno, que para India es una fortuna), y después de hacerlos entrar, sacarse los zapatos y sentarse en posición de loto, les dijeron que los esperen respirando bien profundo, que ellos iban a buscar al maestro, por supuesto, no volvieron nunca más.

De noche, sobre el Ganges.
La noche toma fuerza también sobre el río. Sobre las escalinatas se agrupa la gente a tomar té o simplemente a ver la luna. Las festividades de no sé qué, se estaban celebrando y los parlantes hacían llegar el sonido de las citaras y tambores. La noche era clara y a la izquierda en el horizonte se veían las luces del puente, mas acá, también a la izquierda, se veían las fogatas. El humo de las pircas cambiaba el ambiente. En el agua miles de velitas brillaban. Los muertos, los Dioses y el río guiaban el recorrido sobre la costa y las alejaban quién sabe hasta donde.

Varanasi, Benares o Kashi, es una ciudad que me atrapó, que me hizo volver a los dos años y quedarme mucho más tiempo, es un lugar donde los estados de ánimo varían según el momento del día, donde todo es difícil entender, donde el río manda y genera vida, donde la muerte está desdramatizada, donde nacieron las tradiciones.

Varanasi tiene al Ganges, y ambos son dueños del más profundo de los amaneceres.


Ramón Herrera

Una canción ideal para tener esta experiencia en Varanasi es Across the Universe, de los Beatles, en la versión de Fionna Apple, incluida en la película Pleasentville. Más abajo, el video.





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