Ingresar a un país de
noche en el techo de un colectivo lleno de traficantes de cigarrillos
generó en mí más nervios que Argentina contra Alemania en el mundial '86. Pero debo reconocer tanto mi llegada a Vietnam como mi salida no fueron del todo prolijas.
Salí de
Savannakhet, Laos, a la noche con rumbo a la frontera con Vietnam y
destino a Hue. Decidí ir de noche porque el calor y la humedad hacían estragos. Tenía que moverme de madrugada o entrada la tarde
para no quedar empapado, se transpira y transpira todo el tiempo, a cada paso, en
cada movimiento. Es sentir que la sombra no funciona como reparo,
que el calor fluye de todos lados, paredes empapadas, que el aire no
corre, y cuando lo hace es húmedo y caliente.
Ramón y amigos en ruta vietnamita. La clandestinidad fortalece los lazos. |
Pasaron las
horas y todo marchaba muy pero muy bien. Antes de llegar a la
frontera, paramos en un pueblito Dansavan y nos hicieron bajar a
todos. Cada uno salió por su lado y yo tuve que indagar por qué
parábamos acá, por qué nos bajaban, dónde corno estábamos y cómo
me iba para Hue. Aclaro que todas estas preguntas tan básicas se
complican un poco cuando nadie, a cien kilómetros a la redonda y a las dos de
la mañana, habla inglés ni español. Por suerte, había buena honda
y, aunque las primeras tres primeras preguntas nunca tuvieron respuesta, la última sí la tuvo. Mostrando mi guía de viajero y pagando lo acordado me
subieron, esta vez, al interior de otro colectivo que iría a Hue.
Al principio estaba sentado solo y a medida que subía el resto de los
pasajeros iba notando algo en todos ellos. La noche y la falta de luz
hacían difícil mi diagnóstico pero no se veía todo normal. Recién cuando una sonriente señora se acercó a mi lado me di cuenta qué era lo que pasaba.
Resulta que cada uno de los que viajaba en el colectivo conmigo se escondía en el
cuerpo cartones de cigarrillos. Por ejemplo, cuatro en cada brazo,
dos en el antebrazo y dos entre el codo y el hombro. Lo mismo hacían en las
piernas más todos los que podían meterse en el tronco. Resumiendo y para
ilustrar la situación, por lo rígido y la cantidad de las cajas
que llevaban, hacían que esta gente tuvieran sus extremidades rectas
y los más toscos movimiento,s cada uno de ellos me recordaba mucho a
Robocop.
En vietnamita: El personal policial tiene prohibido revisar su ropa, capice? |
Y así fue. Paramos en la entrada a Vietnam y cada uno de mis compañeros robots pasó sin ningún problema para el lado vietnamita, ni documentos, ni control, ni nada. Una fila y al otro lado. Por supuesto y para justificar el trabajo de la gente de migraciones y aduana de la frontera, a mi me revisaron la mochila y me hicieron esperar un ratito mientras investigaban mi pasaporte argentino que, por aquellas épocas, era escrito a mano y no generaba mucha seguridad de su autenticidad.
Oficiales posan para la foto, los cartones estarían vacíos. |
Ramón Herrera
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