jueves, 30 de agosto de 2012

Trip Tour: El otro cine.


Ir al cine es tal vez uno de los programas ideales que podemos hacer para pasar un buen momento, digamos unas 2 horas de concentración y atención. Ir al cine es relajarse y dejarse llevar por una historia sentados en medio de la oscuridad. Con el celular apagado y los sentidos alertas al sonido surround solamente interrumpido por el molesto ruido de algún pelmazo comiendo pochoclo. Ir al cine es sentarse en cómodas butacas para relajarse y no pararse hasta que los títulos nos invitan con alguna canción a que volvamos a incorporarnos y relajados nos retiremos comentando la película entre sonrisas cómplices y comentarios esclarecedores o reafirmantes.
Tarde de cine. A Ramón le faltaban
varios lugares para entrar en la foto.
Todas estas sensaciones planteadas, entiendo tan comunes en nosotros, son diametralmente opuestas en la querida India. Estando en Varanaci, dos amigos me convencieron de ir al cine. Yo, medio escéptico del programa, acepté la oferta de hacer algo que nunca en mi vida voy a olvidar. La película estaba anunciada a las 19.00horas. Uno de ellos, conocedor del tema, nos sugirió que vayamos una hora antes ya que sino no conseguiríamos entradas. Llegamos temprano y la boletería ya ardía, parecía la cola para entrar a una cancha de fútbol, un paredón y muchas personas esperando agolpándose en la ventanilla pidiendo su ticket y empujando un poco a los apurados que no querían esperar en la fila. Nosotros éramos tres. Dani, Silvia y yo. El hecho de que una mujer nos acompañara  generaba una atracción peculiar, solo por ser mujer ya que son poquísimas las que van al cine por lo tanto, en realidad por ella, un grupo de admiradores nos acompañó en todo momento hasta que logramos entrar y ubicarnos. 
Orden característico en India
alcanza la cola de la boletería.
El cine era como un gran teatro, platea baja y dos pisos más, nuestros lugares eran en una de las plateas altas del primer piso muy cerca de la baranda del balcón. Nada extraordinario por ahora, mucha gente deambulando, mucho ruido y muchos vendedores gritando. Se apagaron las luces y nada cambió, mucha gente deambulando, mucho ruido y muchos vendedores gritando. Luego, y aclaro que durante toda la película por supuesto y fiel al estilo “India” hubo mucha gente deambulando, mucho ruido y muchos vendedores gritando. La película estaba en hindi por lo que nosotros no entendíamos ni una palabra de lo que decían los actores. Pero no hizo falta comprender. Ni bien empezó el film, comenzaron los murmullos siguiendo los diálogos de los protagonistas, por ejemplo, si se veía que el dialogo pasaba por una discusión, notábamos que los espectadores comentaban afirmando o negando enfáticamente el problema. Prosiguiendo con la película, ya a los cinco minutos de iniciada, de pronto y sin que percibiéramos nada anormal, el cine estalló en aplausos. ¿Qué pasó?, nos preguntamos. Nada, era la primera escena en la que aparecía el protagonista y por lo tanto la ovación fue unánime. Distinto fue cuando apareció el malvado ya que los abucheos, imagino que también insultos en hindi, se hacían sentir a viva voz. Yo no salía de mi asombro y fascinación de ver y sentir lo que estaba pasando en el cine. Pero siguieron las sorpresas. Por supuesto y siempre con este hilo de expresividad total, al ver a la bella actriz, la audiencia nuevamente se llenó de onomatopeyas de admiración y algún silbido de piropo hacia la bella dama. 
- Hay maní con chocolate, caramelos
mumú y bombón helado Aguila!
Ese tipo de expresiones continuaron y la multitud seguía con todos los sentidos acompañando cada vaivén de la historia. De pronto y ya sobre el final del film, se desató una fuerte pelea entre los actores que representaban al bueno y al malo. Fue en ese instante cuando la mitad del público se levantó de sus asientos arengando esta pelea a los gritos y gesticulando golpes de puños al aire como para darle fuerzas al héroe de la novela, como si fuera una verdadera pelea de box. La lucha continuó y nuestro muchacho dejó tirado en el piso al representante del mal, se dió vuelta y miró al horizonte dando la espalda a un traicionero contrincante que no hizo otra cosa que pararse con un cuchillo para clavárselo. En este punto, el cine definitivamente llegó a su punto máximo de ebullición y explotó. Se pararon absolutamente todos los asistentes y a gritos le avisaban al galán que estaba a punto de ser acuchillado por la espalda. Seguro conocedor del público, sus tiempos y reacciones, el director de la película tendría todo estudiado porque, como si hubiera escuchado, nuestro galán se dió vuelta justo a tiempo y, con una espada extra de inmenso tamaño que no se sabe de dónde sacó, ultimó al villano. Todos aplaudieron y festejaron la escena como si hubiera sido un gol a los ingleses de media cancha. Para ese entonces, estábamos todos parados y viviendo la situación como si estuviéramos en Las Vegas viendo una pelea de Mike Tyson por el título mundial de peso pesado. Increíble. 
Taquillero film, prometedor incluso
desde la cartelera publicitaria.
La película se coronó con un gran beso entre la pareja estelar en un atardecer maravilloso sobre la costa del mar. Que fue enmarcado con un gran aplauso cerrado y seguro.
La fantástica experiencia de mi iniciación en el cine Hindú duró más o menos tres horas, que incluyeron un intervalo en el que no faltó mucha gente deambulando, mucho ruido y muchos vendedores gritando. La película, recuerdo casi con seguridad era, Raja Hindustani, el tema musical sumamente recomendable, Pardesi Pardesi Jana Nahi.

Ramón Herrera

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