viernes, 2 de noviembre de 2012

Trip Tour: Balconeando por Hong Kong.

Nunca me dio tanto miedo estar arriba de un avión como cuando aterricé en el antiguo aeropuerto de Hong Kong, Kai Tak. Hoy en día la nueva terminal aérea diseñada por el Arq. Norman Foster y llevada a cabo por la republica popular China, es una de las mejores del mundo y la verdad que es un lujo verla desde el aire y caminar sus soberbias y magníficas instalaciones. Pero en el anterior no lo era.
Bella foto desde afuera, dentro del
avión era una licuadora.
Llegaba en un vuelo desde Tianjin y no sé quién me había alertado algo, pero no mucho. Día de tormenta con viento en Hong Kong. Por la ventanilla del avión, después de no ver nada, se presentó ante mí la ciudad y noté de inmediato que el avión se dirigía directamente hacia los edificios. Mi rango de miedo se puso en amarillo. Seguí mirando como el paisaje urbano que se acercaba cada vez más. De pronto, el piloto decidió hacer un giro por sobre el aeropuerto y comprendí el panorama. Viento, lluvia y una pista rodeada de edificios para un lado y de agua para el otro. Parecía finita como un cordón, mi rango de temor ya estaba en rojo.
Saluden a Li Chu, dice el piloto mientras
aterriza, señalando a una gordita que
 tiende la ropa en el balcón, y ella sonríe.
Nuevamente se preparó para aterrizar y cuando estaba a treinta metros, de nuevo se inclinó para arriba y otra vuelta en círculo. Aclaro que cuando uno está por aterrizar se ve prácticamente los gestos en la cara de la gente que vive en los departamentos cercanos al aeropuerto. El avión se sacudía como un licuadora y el pánico que había invadía hasta al más valiente. La tercera es la vencida, dice el dicho. En ésta, el capitán, haciendo gala de su muñeca, bajó el avión completamente cruzado, es decir que yo desde la ventanilla veía la pista entera mientras estaba a metros de aterrizar. Ni bien tocó el suelo, enderezó la nave parándola a metros del agua, ya que la pista es corta y termina inmediatamente en la bahía de Kowloon. Listo, seguía vivo.
El contraste de Hong Kong. A Ramón
le tocaría el lado oscuro.
Después de esta traumática experiencia, Hong Kong me seguiría sorprendiendo. Mi viaje para ese entonces era de más o menos 4 ó 5 meses y el dinero no sobraba, por lo tanto, siguiendo los consejos de mi guía Lonely Planet, me dirigí al albergue más barato en un edificio llamado Chungking Mansion. Era, creo, un piso 16. Realmente muy barato y tenía correlato con lo que ofrecía: a mi me toco en el balcón. Literalmente, en el balcón. Este tendría unos dos metros con treinta por otros seis y en ese lugar, en un costadito, habían puesto una cucheta. Claro que la cucheta estaba llena, por lo tanto a mi me tocó en un colchón tirado en el piso. Mi suerte estaba echada. No tenia muchos mas recursos para ir a otro lado ni tampoco energía. Pensé, me quedo acá y mañana veo. Lo que si vi esa misma noche era el estado de mugre que tenia el colchón, por lo tanto decidí desplegar mi bolsa de dormir para -5º en una temperatura de +35º, para que mi cuerpo no tenga contacto con la mugre impregnada. Ya no tenían mas sabanas en el albergue, así que otro de los recaudos que tomé ante semejante asco,  fue el de llegar de noche, y esto era para no deprimirme de la suciedad que había, ya que se veía menos porque en el bacón no había mucha luz.
Víboras, anguilas o lo que sea, todo
vivo y moviéndose, listo para comer.
Pasó un día y, halla querido o no, me acomodé. Salía a la mañana y recorría los distintos barrios, templos y negocios de la ciudad. Me maravillaba entrando y saliendo de los edificios más famosos que conocía por solo revistas y volvía a descubrir en todo su esplendor y magnificencia. Recorría las calles próximas al aeropuerto mirando anonadado lo cerca que pasaban los aviones de los departamentos. Encontré mercados de todo tipo. El de flores es increíble, la variedad de aromas y colores es algo nunca visto. El de comidas también me llamo mucho la atención ya que casi toda la mercadería se vendía viva y pasaba por todo el reino animal, desde un simple pollo hasta los pescados mas extraños que existen, especias, aletas de tiburón, verduras y frutos exóticos, de todo. Otra cosa fascinante de Hong Kong es la carteleria, cientos y cientos de carteles luminosos invaden las calles generando una foto única de cada lugar de esta ciudad.  En dos oportunidades subí al Victoria Peak (The Peak), que es un mirador en donde se tienen las mejores vistas de toda la bahía. Es fantástico tanto de día como de noche.
Hablando de la noche, durante una de ellas, cuando volvía a mi balcón, encontré mi colchón corrido hacia un costado y otro ocupando más de un lugar, como corresponde, indignado, corrí todo como estaba y me fui a comer. Cuando volví, me encontré con un señor acostado en su lugar y a su lado, dos piernas ortopédicas. Bingo. Más cosas no pueden pasar en un balcón pensé. Enseguida me puse a hablar con mi nuevo compañero y resulto ser un ex combatiente de Vietnam que estaba de vuelta de su viaje por los campos de batalla que lo habían dejado sin ninguna de las dos piernas. Desde la rodilla para abajo, no tenía nada. Según él, había sido una ráfaga de ametralladora. El tipo resultó muy macanudo y tenia mucho para contarme, por lo tanto nos comprábamos unas cervezas todas las noches y las tomábamos sentados junto a la baranda mirando un hotel Holiday Inn que estaba frente a nuestro balcón. Cuando la gente del hotel se asomaba de sus lujosas habitaciones y nos veía, levantábamos las dos piernas ortopédicas y los saludábamos con gusto. Los días pasaron y volví a mi querido aeropuerto con destino a los Ángeles, gracias a dios no había ni lluvia ni viento.
Ramón Herrera.

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