recorrido desde El Cairo hasta Jerusalén). Salí de Israel también con custodia armada, que me acompañó en el aeropuerto hasta que subí al avión como oportunamente conté mediante estas crónicas hace unos meses. El colectivo salió de un hotel cinco estrellas de El Cairo, antes de subir dos policías de Egipto revisaron el equipaje muy por arriba y después de ver los pasaportes nos pidieron que subamos. Una vez sentados y acomodados, se nos informó que debido a la situación nos iban a escoltar unos soldados israelíes todo el camino para evitar atentados. La pregunta "qué hago acá?" me incomodaba y se mezclaba con otra, "¿por qué no estoy en alguna playa de Alejandría mirando el Mediterráneo?".
¿Foto tuneada? No, la única tuneada es tu tía, la solterona. |
Delgada línea fronteriza. Muy ancha diferencia cultural. |
En Israel, hasta los boyscouts andan con K 47, y siempre listos para usarla. |
diferencias eran claras, acá empieza y acá termina Israel. En Jerusalén me hospedé en la ciudad vieja.
Llegando en otro colectivo a las cercanías de la puerta de Damasco, con toda la ilusión por entrar, pararon el colectivo unos policías y nos hicieron bajar a todos ya que en el medio de la calle habían encontrado un bolso sospechoso. Esperé atónito mirando imprudentemente, aunque desde lejos, toda la requisa del sospechoso objeto. Nada pasó y realmente como si nada, nos hicieron subir a todos y continuar sin ningún signo de histeria o temor. Acá me alojé en un hostel “Black Horse” en la parte musulmana de la ciudad. A metros de la puerta de los leones o de San Sebastián. Laberíntica, europea, fascinante. Armada por curvas y contra curvas, sonidos y aromas diferentes.
La Masada, lindas vistas y mejores historias. |
Ramón, entre las charlas con los locales, robaba suspiros a las señoras con su zunga. |
Ramón Herrera
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